domingo

Los niños como negocio ---Gabriel Zaid

 Tomado de: Gabriel Zaid, El progreso improductivo, I,1. (+)


Los niños como negocio

1. Ventajas de los niños


No es fácil callar a unos vecinos ruidosos, enfrentarse a un abuso de las autoridades, vaticinarle a un jefe su fracaso en la vida o someter a un impertinente. Si todavía es posible sofocar la maldad, tener valor civil, decir lo que se piensa, es porque los niños (hasta cierta edad) son de un tamaño perfecto.


No hay mejores objetos de amor, de poder o de ostentación. Quienes prefieren a los perros, los gatos, los canarios, para tener a quienes dirigirse, dar órdenes, manosear o exhibir orgullosamente, no saben de lo que se pierden.


Como si fuera poco, los niños pueden ir al frente de la lucha de clases. Alguna vez un escritor reaccionario pensó en aprovechar a los niños pobres como alimento para los ricos (*). Todo hubiera podido arreglarse de manera industrial. El producto de las mujeres pobres, alineadas en jaulas de expulsión, como gallinas ponedoras, caería directamente sobre una banda sin fin, ni intervención de la mano del hombre, hasta la sección de enlatado.


Pero el moderno aprovechamiento de los niños puede ser más sutil. Hay que hacer fábricas de niños pobres, sí, pero contra los ricos. Ésa es la industria militar que puede sufragar un país sin divisas. Los ejércitos de niños pobres, por el simple hecho de existir, son un reproche al imperialismo: sirven de carne de cañón para que triunfe la virtud.


El derecho a no nacer, que parece alegar la nada fantasmal, demuestra una y mil veces que la nada es reaccionaria. Los derechos de los niños no pueden ser anteriores al ser.


Nada pierde la nada con seguir siendo nada. Pierde la humanidad. Los niños muertos de hambre sirven para despertar los mejores sentimientos del hombre. Para animarnos a luchar contra la injusticia. Para arrojarles a los ricos la verdad a la cara. Si, como otras especies aplastadas por el progreso, los niños muertos de hambre fueran a desaparecer, habría que organizar una campaña mundial para conservarlos en zoológicos.


Ojalá que la ciencia pueda hacer a estos niños más perfectos. Algún día, quizá no muy remoto, se podrá injertar una conciencia ideológica en el código genético de los pobres. Entonces estos niños paupérrimos, que hoy cumplen su papel revolucionario en forma objetiva, mas no subjetiva, estarán en el seno de su madre como los hombres bala en el cañón de circo, o como los heroicos pilotos suicidas del Japón: listos para ser disparados por el bien de la humanidad.



2. Los hijos como negocio


Hemos hablado de los niños como bienes de consumo individual o colectivo, más o menos duraderos. Pero un niño, además, puede ser un bien de capital: producir, en especie o en dinero.


Así no puede compararse con un animal doméstico. Se requiere un entrenamiento excesivo para lograr que un perro vaya por el pan. Y si además se considera el costo, no siempre menor, de alimentar un perro, la diferencia productiva se vuelve más impresionante. La plusvalía de un perro casi siempre es menor que la de un niño.


Una mejor comparación es con bueyes o burros, que pueden producir trabajo útil muy superior al costo y que pueden ser un capital. Como todo bien de capital, requieren acumular sin fruto por un tiempo. Pero luego pueden ser negocio: producir más de lo que costaron.


Esto es obvio en muchas formas de artesanía y producción casera que (a diferencia de la tierra) permiten expandir a bajo costo los medios de producción para cada hijo más. Por eso hay trabajadores sociales que se oponen a fomentar el trabajo a domicilio: porque fomenta la explotación de los hijos.


Que no suceda así con muchos economistas, que no lleguen a compensar a sus padres por el costo de producirlos, parece llevarlos a olvidar que la reproducción humana puede ser negocio, y que históricamente lo ha sido, puesto que la especie, además de ser viable (hasta el momento) ha logrado acumular un capital inmenso. Claro que el negocio varía según el centro de resultados y de costos que se tome como base: la especie, este país, tal sector de la población, aquella familia, esta persona. La reproducción de esclavos, como la cría de ganado, puede ser negocio para el amo y no para los padres. La reproducción de universitarios puede no ser negocio para nadie.



3. Cuentas mal hechas

A partir de 1960, se han hecho cuentas de los costos y beneficios de un programa de reducción de nacimientos. Un estudio del Banco Mundial (**) llega a la conclusión de que para cualquier país y época, para cualquier número de hijos, la reproducción no es negocio. El autor reconoce que esto no es muy plausible. Pero no toma en cuenta lo siguiente.


El costo de producir y mantener un niño mongólico, sobre todo si los padres se empeñan en acudir a toda clase de especialistas, puede arruinar a una familia. El costo de producir y mantener media docena de hijos universitarios, sobre todo si antes de empezar a trabajar se casan para producir y mantener a su vez media docena de universitarios cada uno, puede tener el mismo efecto. Pero un hijo que no se envía a la escuela, que hace un consumo marginal y que desde los cuatro o cinco años puede obedecer órdenes tales como llévate esto, tráeme aquello, en el taller familiar, no está en el mismo caso.


Producir un productor puede costar más, menos o lo mismo que lo que éste produzca. El resultado neto del ciclo de vida puede ser negocio o no serlo, como toda inversión en medios de producción: según qué tan costosos y productivos sean.


Otra cosa es cómo se financia el ciclo (que tiene tramos negativos) y para quién sea el negocio. Si ha de serlo para los padres, se requiere: que los hijos consuman lo menos posible, que empiecen a trabajar lo más pronto posible, que entreguen el ingreso a sus padres, que tarden en poner casa aparte y que, aun después, sigan dándoles parte de sus ingresos, más aún cuando los padres pierdan su capacidad de producción.


No se trata, evidentemente, de requisitos insólitos. En la medida en que se cumplen, añaden un incentivo económico a la reproducción, tradicional en muchas partes.


La cuestión, entonces, no consiste en que la gente del campo, por no saber economía, o no saber controlarse, está generando un problema insoluble. Somos nosotros los que generamos el problema:


a] Al hacer que la gente del campo adopte nuestras formas de vida y sus costos monstruosos, en vez de ofrecerles medios de producción adaptados a sus formas de vida.


b] Al suponer que nosotros sí podemos proliferar, porque tenemos más ingresos, cuando es precisamente al revés: que un alfarero tenga seis hijos alfareros es más viable económicamente que un economista tenga seis hijos economistas.

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(*) J Swift, "Una modesta proposición para evitar que los hijos de los pobres de Irlanda sean una carga para sus padres o su país, y hacerlos útiles al público" (1729). En Swift, Una modesta proposición y otras sátiras, pp. 17-30.

(**) Zaidan, The costs and benefits of family planning programs

(+) No disponible on line... hasta hoy. CO... PIRACY RIGHT, Patente de Corso en trámite. Prohibido el re-pirateje y maneje.

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