sábado

Una plegaria para el escéptico







¡Oh, Señor, si es que existe un Señor!
¡Salva mi alma, si es que tengo un alma!
(Joseph Ernest Renan, "Oración del escéptico")




El escéptico, el incrédulo, no quiere creer en Dios. Tampoco quiere creer en la existencia del alma. No es que haya pasado algo terrible en su vida. No es que un psicópata se metió en su hogar y cortó en pedazos a su mujer y a sus cinco hijos. Ni es tampoco que él se haya volcado en su auto y quedara parapléjico para el resto de sus días. No, nada de eso. Si eso fuera, si eso de veras le hubiera pasado, el escéptico creería en Dios, aunque estaría muy, pero muy resentido con Él. Así que no... no es eso. Pasa, simplemente, que el escéptico no quiere creer en Dios. No le da su gana creer. Eso es todo. ¿Por qué es así este hombre? Bueno, a veces es porque quiere agradar a alguien, impresionarlo. A algún conocido; tal vez a un maestro o pariente que ejercen sobre él un fuerte influjo, o quizá a una mujer que le interesa, o puede que sea su pandilla de amigos, o su club/secta de incrédulos y guasones; en fin, vaya usted a saber. O quizá se deba (quiero suponerlo) a sus escrúpulos epistemológicos. El hombre ha leído un poco de filosofía, un poco de teoría del conocimiento, tal vez un poco de Hume y Russell, o ha leído ciencia, a Dawkins y otros evolucionistas, etcétera. El caso es que ahora tiene ideas propias...


Y una de sus ideas "propias" es ésa que dice: "no creas nada si no tienes evidencias suficientes; no creas si no te dan pruebas convincentes, pruebas que te proporcionen, si no la certeza absoluta, al menos alguna seguridad, algo que supere a toda duda razonable". Y bueno, nuestro hombre se toma eso muy en serio y se pone a analizar: 


---A ver, ¿alguien ha visto a Dios? No. ¿Alguien lo ha tocado, ha escuchado su voz, ha percibido su aroma? No. ¿Es al menos uno de esos entes "teóricos" de la ciencia, como los quarks o los fotones, que, si bien nadie los ve, sirven para explicar, y predecir, fenómenos observables? Pues no; tampoco. Dios, lo han dicho ya Laplace, Hawking y otros muchos, es una "hipótesis innecesaria". Todo puede explicarse sin Él. ¿Entonces? ¿Dónde están las pruebas? Más aún, ¿para qué perder más tiempo buscando pruebas de Dios si todo puede explicarse sin Él? ¿Que porqué hay algo en lugar de la nada? Pues, hombre; ha de ser porque sí. Y nada más. ¿Para qué meter a un dios creador si a continuación cualquiera preguntará porqué hay ese dios creador en lugar de no haber ni creador ni nada? Es inútil... ¿Y qué hay del alma? ¿hay pruebas de su existencia? Pues no. Tampoco la percibo directamente. Percibo mi dolor de muelas, percibo mi ver-azul, percibo mi alegría y mi tristeza, incluso percibo mi propio aquí-y-ahora-estoy-percibiendo-y-dándome-cuenta-de-que-percibo... Todo eso, sí. Pero no percibo lo importante: esa cosa misteriosa, esa supuesta sustancia, que es o debería ser el alma, si existiera. No parece haber nada detrás de mis percepciones y pensamientos. Y si me abren el cráneo y el cerebro y el sistema nervioso de nada servirá. Sólo encontrarán reacciones químicas y electricidad. Pero no al alma. ¿Dónde están, pues, las pruebas? No, no las hay... ¿Y el significado de la vida? Pues no, no lo hay. No hay dios, no hay alma, luego la vida no significa nada. Ah, pero no por eso me voy a suicidar, claro. Yo mismo daré sentido a mi propia vida. No necesito a Dios ni al alma. No hay pruebas de su existencia y yo no las necesito. Punto.


Así, más que su psicología personal, es su epistemología, su filosofía, su razón, su lógica, lo que impide al escéptico creer en Dios y en el alma. No quiere creer porque le parece tonto creer. Si no hay pruebas, buenas pruebas, es tonto creer. Cosa de mojigatos, es decir, de ignorantes, de analfabetas o semianalfabetas, de tontos... y nada más. Más que un guasón (como opinaba Hume), el escéptico es un hombre arrogante. Porque, claro, él sí que es listo.


Pero... un momentito. ¿Qué hay del corazón? El escéptico, por muy listo que sea, también es hombre. Debe, pues, tener corazón. Y al corazón le gusta creer. A pesar de la lógica, a pesar de los escrúpulos epistemológicos, el corazón quiere creer...


Por ello no pretendo convencer al escéptico. No pretendo probarle nada. Le propongo algo muy sencillo: que ore. Sí, que hable con Dios. Que suspenda un minuto su lógica. Que permita que su corazón hable durante un minuto. Que eleve una plegaria. Que no lo piense. Que se atreva. Que se arroje por un minuto al Misterio.


Y para ello ¿qué mejor que la Oración del Escéptico de Ernest Renan?


 ---¡Oh, Señor, si es que existe un Señor!
     ¡Salva mi alma, si es que tengo un alma!


Nótese que esta plegaria respeta los escrúpulos epistemológicos del escéptico. Les da su lugar. Se eleva al Cielo, sí, pero en forma de enunciado condicional: "... si es que existe un Señor", "... si es que tengo un alma". Lógica y corazón quedan, los dos, contentos.






Porque estoy seguro de que Dios, que comprende a la naturaleza humana, que comprende al corazón pero también a la inteligencia y a la lógica humanas, que comprende los escrúpulos de esta última, que comprende las teorías epistemológicas de los filósofos... ese dios será comprensivo con este escéptico.


Te digo, pues, a ti, Escéptico, que tu plegaria será escuchada.


Claro, si es que hay Alguien que pueda escucharla...