sábado

La Barba de Platón (contra la Navaja de Occam)

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Si la economía del Ser te produce angustia y sensación de vacío y sin sentido de la vida, multiplica los entes, las sustancias y las esencias tanto como necesites, y enrédalos o enmaráñalos tanto como puedas, hasta apaciguar tus amarguras existenciales.


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(Nota.- Elegir entre la Navaja de Occam y la Barba de Platón no es asunto de racionalidad o irracionalidad. Es cosa de preferencias estéticas. Hay unos tipos que piensan que la simpleza es lo más elegante. Suelen ser matemáticos o físicos, y les encanta competir con sus colegas en el divertido jueguito de explicar más con menos. Pero habemos otros que aborrecemos la austeridad y los espacios vacíos. Y preferimos llenar, enredar y complicar todo).


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Lo publiqué antes en Anarcófago
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domingo

Aventuras del Superhombre y de su trágica lucha contra la democracia (*)

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Y el Superhombre se fue a su montaña...





Pero a las dos horas tuvo hambre.


-La Transmutación se va a tardar un poquito más -pensó.

-Ustedes espérenme aquí -dijo a su león, a su águila y a su serpìente.


Y entonces bajó al pueblo a abastecerse.

-¡Bah!, lo bueno es que todavía puedo despreciarlos.


Pero en el mercado descubrió que nadie le reconocía su Nobleza ni su Voluntad de Poder. Al contrario, todo mundo le cobraba las mercancías.

-Grrrrrr, ¡los odio, los odio, los odio!


Y tuvo que emplearse como profesor de filología para pagar las cuentas.

-Será por un tiempo, sólo hasta preparar el plan para dominarlos...


Y más tarde, cuando lo echaron del empleo, se dedicó a vivir de su hermana y a escritor de filosofía.

-Ahora sí... ¡me las pagarán!


Pero ya no tuvo tiempo para cobrárselas todas juntas: a poco se volvió loco. No se sabe si porque ya no se le paraba (cosas de aquella sífilis juvenil) y supo que lo mismo pasaría infinitas veces, o porque vio cómo le pegaban al caballo y supo que lo mismo pasaría infinitas veces, o porque descubrió que el mercado era el fin de la historia y supo que lo mismo pasaría infinitas veces, el caso es que enloqueció...

Y ya loquito, se murió.

En su epitafio los del pueblo pusieron:

"Aquí yace el Übermensch. Murió porque leyó mucho de Schopenhauer, pero nada de Santayana”.

(Del león, el águila y la serpiente, nadie supo nada. Se habrán cansado de esperar y se fueron por ahí).
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(*) Pequeño homenaje a Armando Fuentes Aguirre, Catón, creador de las “Historias del señor pérez y de su trágica lucha contra la Burocracia”

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